Virginia Guerrero Espejo y Manuela Torres Bouggefa desaparecieron el 23 de abril de 1992 en Reinosa, España. Guerrero, entonces de 14 años, y Torres, de 13, fueron vistas por última vez haciendo autostop de Reinosa (Cantabria) a su ciudad natal de Aguilar de Campoo (Palencia), localidades separadas 32 km de distancia. El caso continua sin resolver.
Por su similitud, a menudo es relacionado con el Crimen de Alcácer, que recibió meses después mucha más atención de los medios de comunicación tras el hallazgo de los cuerpos; a veces se lo menciona como el Caso Alcàsser de Palencia.
Manuela Torres nació en Aix-en-Provence, Francia, de una madre parisina de origen argelino, Karima Bougeffa, y José Torres, quién era de Málaga con ascendencia gitana. Ella y su madre se habían mudado recientemente a España, a Aguilar de Campoo, donde vivían algunos familiares maternos, después de que sus padres se separaron. Allí se hizo buena amiga de Virginia Guerrero, natural de Aguilar de Campoo. Manuela era hija única y Virginia tenía tres hermanos, uno de los cuales años más tarde profesaría como sacerdote.
En la tarde del 23 de abril de 1992, Virginia había pedido dinero a su madre, Trinidad Espejo Muñoz, para supuestamente comprar una tarta para una fiesta de cumpleaños a la que la habían invitado. Sin embargo, se reunió con su amiga y las dos chicas tomaron un tren a Reinosa (una localidad a 30 kilómetros al norte de Aguilar de Campoo) para ir a una discoteca, a escondidas de sus familias. En palabras de Emilio Guerrero, hermano de Virginia, una "chiquillada propia de adolescentes". Una tercera amiga a la que propusieron unirse a la escapada, llamada Alicia, prefirió quedarse en casa.
Cuando salieron del local, en torno a las 21:00 horas, se cree que decidieron regresar a casa haciendo autostop al descubrir que ningún tren pasaba de noche. La última persona que vio a las chicas fue una mujer de Aguilar de Campoo, que regresaba a casa desde Reinosa en su automóvil cuando afirmó haber visto de pasada a las jóvenes subir a un coche seat 127 blanco en las afueras de la calle principal de Reinosa.
Investigación
La policía siguió pistas en España y Francia, pero ninguna sirvió para resolver el caso. El padre de Torres residía en Marsella trabajando como guardia de seguridad en un centro comercial, pero ninguna conexión se encontró con la desaparición de su hija.
La última pista data de la primavera de 1997, cuando una chica ex okupa de Madrid afirmó haberlas visto, bien y con aspecto punkie, acompañadas de un chico. Se investigó en el ambiente okupa madrileño, sin resultados.
El 9 de octubre de 1994, dos bolsas que contenían huesos humanos fueron encontradas en el campo cerca de la presa de Requejada (unos cuantos kilómetros al noroeste de Aguilar de Campoo), pero las investigaciones forenses descartaron toda posibilidad de que pudieran pertenecer a las jóvenes: se trataba de víctimas desconocidas de la Guerra civil española, que se desarrolló entre 1936 y 1939.
De manera parecida, dos cráneos encontrados en 2001 fueron conectados con el caso por los medios de comunicación hasta que se determinó que también pertenecían a víctimas de la Guerra Civil.
En 2018, una mandíbula humana encontrada en un embalse en Cantabria tampoco resultó pertenecer a ninguna de las desaparecidas.
En 2021, a través de un programa de televisión dedicado a crímenes sin resolver y desaparecidos, se obtuvo una nueva pista tras la llamada de una nueva testigo que afirmó que un año antes de la desaparición de Manuela y Virginia, ella, junto con otra amiga, sufrieron una circunstancia idéntica a la de las niñas de Aguilar. Puesto en conocimiento de la autoridad policial, el Juzgado de 1ª Instancia e Instrucción de Cervera de Pisuerga dictó un auto con fecha 21 de junio decretando la reapertura de las acciones judiciales
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