sábado, 12 de marzo de 2022

Misterio en la Isla de Pedrosa


Situada al sur de la bahía de Santander, frente a la localidad de Pontejos, en la boca de la ría de San Salvador, un par de istmos la conectan hoy en día con tierra firme. Era y es un enclave de una increíble paz y plagada de misterio con una curiosa historia detrás que lo justifica. 

Por supuesto, que en la isla hubiera un sanatorio ayuda a este misterio, pero no se trata solo de sus espacios abandonados. La isla de Pedrosa es un imán para los curiosos porque cuenta con todos los elementos necesarios para hacer creer que hay un mundo más allá de este.


Pero ¿cuál es su pasado y en que consiste el misterio que encierra?. Los antecedentes del lugar hay que situarlos en el año 1834, fecha en que se solicitó el establecimiento de un lazareto en la isla para mantener en cuarentena a las tripulaciones de buques afectadas por enfermedades tropicales. El aislamiento ha sido una precaución habitual desde tiempos de la peste negra. Ya antes se usó para combatir enfermedades, pero fue a raíz de este azote que se crearon elementos de cuarentena estandarizados. A partir de entonces, se comenzaron a usar islas cercanas a grandes puertos como lugares donde recluir a posibles viajeros infectados. Se llamaron lazaretos a estos espacios, debido al famoso personaje bíblico que se levantó de entre los muertos. Uno de éstos fue Isla Pedrosa antes de convertirse en sanatorio para tuberculosos.


Isla de Pedrosa echó a andar en 1834, una época en la que era muy habitual importar enfermedades de América, razón por la cual la autoridad portuaria decidió usar esta ínsula como lugar para cuarentenas. El paso a ser un lazareto como tal fue unos 35 años más tarde. Durante el momento álgido las camas para afectados llegaron a ser 600.

En 1914 una real orden de Alfonso XIII determinó que el lazareto se convirtiese en un centro preventivo y terapéutico para enfermedades tuberculosas de localización óseas y de carácter nacional. Institución que se bautizó como Sanatorio Marítimo de Pedrosa y constaba de un hospital con rasgos arquitectónicos regionalistas, clasicistas y art déco, muy bien equipado técnica y científicamente y organizado en tres pabellones (hombres, mujeres y niños, y terminales), además de contar con la casa del médicouna iglesiaun balneario y un teatro modernista.

Alfonso-XIII-visita-el-complejo-en-1914


Muchos de los pacientes del sanatorio fueron niños. Niños que hoy todavía viven y recuerdan con cariño las atenciones y el trato con el que les cuidaron, aunque prefieren no profundizar ni dar más detalles de su estancia en un entorno idílico que apenas pudieron disfrutar con los ojos. En la actualidad solo a los vehículos autorizados les está permitido circular dentro de la finca, pero los visitantes sí pueden recorrerla a pie o en bicicleta siguiendo una senda que circunda la península.


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Los que quieran, bajo su responsabilidad, pueden adentrarse en sus edificios abandonados, tan olvidados como misteriosos (con leyendas de fantasmas incluidas). Eso es lo que hay en Pedrosa, romanticismo y ningún bar, tampoco un puesto de helados, ni siquiera una furgoneta de la empresa local La Polar. Tranquilidad, silencio y vistas en un paraje escondido a la vista de todos que se encuentra de camino a las populares playas de Somo, Loredo y Langre.


El hospital se estructuró con un sistema de pabellones –tres en total– muy al gusto de la época y contó con el material técnico y científico más moderno del momento.  En la isla también había teatro, iglesia, balneario, la casa del médico y la casa de enfermeros. Vamos, un pueblo a pequeña escala y con todas las necesidades cubiertas.


Fue Anita Lauda, una persona cercana a lo paranormal desde la infancia, autora de varios libros dedicados a ello, quien reactivó las conversaciones sobre la Isla de Pedrosa. Fue durante una visita, cuando afirmó haber tenido una sensación extraña recorriendo la superficie que ocupa la isla. No es de extrañar, pues el ambiente siniestro que se vive, entre tanto silencio y tantas ruinas, invita a ello. Pero fue más allá: afirmó que, durante la realización de una ouija, contempló unos espíritus de unos niños avanzando hacia ella y sus acompañantes. Iban acompañados de una enfermera.

Esta leyenda se relaciona con otras muchas que hablan de que, tras una tragedia, el espíritu de las víctimas permanece en el lugar en el que sufrieron. Esta ouija practicada por Lauda y sus compañeros no constituyó ni la primera ni la última experiencia inexplicable en la isla, que ha sido visitada a lo largo de los años por curiosos y aficionados al misterio.


Quizá el misterio más grande de todos, al menos el de mayor popularidad, tiene que ver con las que pasaron a ser conocidas como «las niñas pájaro». Dos niñas que habitaron la isla a finales de la década de los sesenta, aquejadas con una extraña enfermedad que, como todavía se recuerda, les hacía tener aspecto de pájaro. Ambas fallecieron a temprana edad. Más que una leyenda, se trata de una historia que, por extraña y misteriosa, ha pasado de generación en generación apuntalando ese halo de misterio que rodea al lugar.

La televisión también dedicó un programa, Cuarto Milenio, a unos personajes de la leyenda de la Isla de Pedrosa: las niñas pájaro. Se trataba de unas mujeres con malformaciones y que la moral de la época atribuyó a que estaban poseídas por el demonio. Nada más lejos de la realidad y es que además de tuberculosos, el sanatorio acogió a otros niños con enfermedades óseas y malformaciones, como las llamadas niñas pájaro. Dos niñas habitaron la isla a finales de la década de los sesenta, aquejadas con progeria, una rarísima enfermedad cuyos síntomas comenzaron a manifestar entre los 3 y 4 años, y que les hacía tener aspecto de pájaro. Ambas fallecieron a temprana edad. Más que una leyenda, se trata de una historia que, por extraña y misteriosa, ha pasado de generación en generación apuntalando ese halo de misterio que rodea al lugar.

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